18 de agosto de 2014

First-aid kit

Bueno pues yo que quería un toro y la que me ha liado es buena. El pobre no se apaña con los espacios, acostumbrado a grandes plazas y lugares diáfanos le resulta complicado acoplarse a mí casa. Ya no recuerdo la última vez que la ví ordenada. De hecho dejé el colchón en el suelo porque es tontería montarlo.Tanto que quiero al torito que a veces lo idealizo y me parece como si fuese persiana y le dejo suelto por el baño para que campe a sus anchas. Lo dicho: me ha roto el botiquín de emergencias. Y todas las píldoras estaban esparcidas por el suelo. Allí que llego yo he intento volver a meter cada una de ellas en su bote correspondiente. Y el torito que me mira tumbado en la bañera y se relame las patas. Debo ponerme serio con él por vez primera desde que ha llegado a casa. " Estas son mis pastillas para la cordura, no puedes tirarlas y mirarme después con ojitos" El torito no entiende que a veces no es suficiente con su compañia . Se acerca y me lame con su lengua que ocupa lo mismo que mi antebrazo. Este es su modo de pedirme disculpas. Miro las marcas y nombres de los botes. En uno pone paciencia, en otro no proyección, en aquel que tiene unas lineas de rotulador pone perseverancia. Todas estas medicinas tienen un aspecto parecido y sé que va a costarme volver a ponerlas en orden. Cuando abro la puerta abollada por la cabeza de mi nueva mascota encuentro un sólo bote que ha sobrevivido al impacto. Lo giro y leo: autoestima. Lo abro y tomo dos.

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