13 de junio de 2011

Siempre estamos cambiando

  Volví pensando en lo ocurrido. La calle, en la oscuridad de la noche, estaba pegajosa con un aire caliente propio del recién llegado verano.Caminé sola, portando mi mochila llena de objetos que no utilicé en ningún momento.Pasee las mismas calles que hoy se encuentran en su rutina de Lunes. Yo sola: sin miedo. Volviendo a casa después de la muerte del pájaro tan tieso y  pequeño. Ocupaba un tercio de la palma de mi mano, era tierno y feo a un tiempo. Tras su plumaje verde grisáceo mostraba una piel rosácea desagradable a mí parecer. Estaba allí para enseñarme una vez más lo insignificante de la vida, la fugacidad de nuestro transcurrir por ella. Estamos condenados al olvido cósmico: digo esto porque sólo en un día un pequeño animalito, con su corazón minúsculo latiendo vida quedó inmóvil sin que por ello el mundo haya cambiado lo más mínimo.
 
  Después dormí en el autobús y fue al bajar de él que ande como de costumbre a casa. Me dí cuenta entonces que estos actos, tan secundarios en los recuerdos, tan insignificantes en una vida son ciclos que finalizan a la espera de otros con mayor, menor o igual significación.  

1 comentario:

  1. Es buenísimo,
    de este cuento me gusta todo.
    Un polluelo desvalido es una de
    las cosas más terroríficas que hay.

    clara

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