7 de diciembre de 2010

El corte inglés tan solo piensa en mí



  Debería estar haciendo producción para el mercadillo. En vez de esto siento una apatía desagradable que no me permite esforzarme para seguir la cadena interminable de broches que debo hacer. Lo peor: tampoco me permite escribir con fluidez. Ocurre lo de siempre: una maraña de pensamientos inconexos, un revoltijo de nervios en el estomago, una imposibilidad para romper con esta desgana. Digo, hago cosas para ahogar mis pensamientos. Y trabajo para llenar espacios vacíos y trabajo para contribuir a esta barbarie consumista haciendo largas cadenas de objetos que acabaran siendo olvidados y detestados en casas ajenas. Tal y como están las cosas tampoco sirve de mucho preguntarse si todo esto sirve realmente de algo. No va a parar la rueda porque sienta malestar al mirar mi alrededor y ver como miles de objetos innecesarios me rodean. Objetos que coartan mi libre movimiento, objetos que no me aportan nada: monstruos mudos que observan inertes la muerte progresiva de nuestra especie.

  Hago un alto en el camino, recuerdo frases celebres de algún libro, escribo para encontrar comunión conmigo. Esta actitud no es nada nuevo. Supongo que esta oposición cada vez más fuerte al consumo irracional me obliga a entrar en mí, mirar hacía dentro e intentar entender qué nos hace humanos (si es que este concepto no ha perdido su significado en los tiempos que corren)

  Ando las calles que me incitan a vivir pensando en el exterior, lo superficial y cambiante. Y me canso de ver cosas creadas para llamar mi atención, entro en la marabunta de gente que se mueve autómata buscando acallar su vacío interior. Comprar para olvidar mis miserias y mentirme con la falsa esperanza de conseguir lo que no soy. Complejo me resulta intentar explicar en qué consiste ser persona ante tal panorama. Más cuando palabras como honestidad, aprendizaje o sentido común han perdido su validez y hasta su significado.

  Ya lo he dicho en otras ocasiones: Tan solo soy un número más en las listas de estadísticas, mi visión no va a cambiar nada las cosas, sin embargo este estado de insatisfacción me obliga a comunicar mi malestar y desagrado ante estas falsas sociedades del bienestar.

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